Testimonios

 
Lourdes 2013

Alabado seas tú, Señor, por el amor conyugal.

Juan y yo habíamos vivido trece años de felicidad. Trece años durante los cuales habíamos compartido juntos una vida profesional apasionante, y habíamos profundizado nuestro amor conyugal en un camino espiritual en el seno de los Equipos de Nuestra Señora. Cuando murió yo tenía treinta y cinco años, y nuestros hijos tenían entre 3 y 12 años. Inmediatamente dije al Señor: “No, no es posible, yo sola no puedo educar cuatro niños; “En la fe, percibí rápidamente su respuesta: “Es verdad, tú no puedes educar sola cuatro niños... Pero no estás sola”. Entonces comprendí que mi hogar roto en pedazos estaba protegido por la tierna mano todopoderosa del Padre, de la misma había caído ya en los brazos de su Señor. [...]

También comprendí que nada podría destruir el amor de Juan por mí, porque ahora estaba arraigado en el amor de Jesús crucificado y resucitado.

Estas seguridades que da la fe, he descubierto que otras viudas las viven en el seno de una Fraternidad llamada “Nuestra Señora de la Resurrección”. Es verdaderamente una llamada en la prolongación de nuestro amor conyugal. [...]

Como todos los cristianos laicos, es en el día a día del mundo que vivimos nuestra llamada particular, con las mismas dificultades, por nuestros hijos, nuestros nietos, nuestras profesiones, nuestros compromisos...

Luisa

No teníamos hijos

Escuchando la homilía de los funerales de mi marido, se despertaba la fe dentro de mí... Siento dentro de mí una llamada, un deseo cada vez más fuerte. Pero qué responder?. Busco.
A menudo voy a rezar en un convento. En una revista descubro la Fraternidad Nuestra Señora de la Resurrección. Aquí está la respuesta a mi primera intuición: Continuar amando a mi marido que vive en Dios, y seguir con mi vida activa, entregándome totalmente a Dios.
Poco a poco comprendo que, aunque no tengo hijos, mi vida de ahora puede hacer crecer el amor en el mundo... Ofrezco mi vida para que las familias sin hijos descubran que pueden engendrar de otra manera.

Judit

De la muerte brota la vida

Gerardo falleció brutalmente en un accidente de coche. Por la mañana nos habíamos separado contentos, y nos reencontramos por la tarde en el tanatorio. El golpe fue duro. Se puede estar preparado para una ruptura brutal de diez y ocho años de matrimonio?.
Pero en el fondo de mi corazón, una palabra de Jesús, se instalaba y me consolaba: "Yo soy la Resurrección y la Vida. Quien cree en mi, aunque muera vivirá" (Jn. 11, 25). Esta palabra me ha dado la fuerza para vivir en verdad aquello en lo que creo: Gerardo no ha muerto definitivamente sino que vive en Cristo.
Cristo estaba presente en el interior de mi sufrimiento y me aseguraba que una comunión espiritual existía entre Gerardo y yo: Cristo que nos había llamado a la vocación del matrimonio, presente en nuestro amor conyugal, permanecía presente en nuestro amor después del paso de Gerardo a Dios: Dios es fiel!

Encontré a las viudas de la Fraternidad Nuestra Señora de la Resurrección. Después de varios años de formación y discernimiento me comprometí para vivir para siempre para el Señor en la castidad, sosteniéndome con la ayuda espiritual de otras viudas de esta Fraternidad. Allí encuentro mujeres que han recibido la misma llamada que yo para vivir con Cristo, dar testimonio de fe en la resurrección, del amor más fuerte que la muerte.
Ya, cuando nos casamos, la consagración de mi bautismo tomó una nueva dimensión. Mi viudedad le ha añadido un color nuevo. El gran deseo de pertenecer a Cristo ha tamizado el vacío de la separación, y la alegría ha substituido a la tristeza, aunque el vacío permanezca y permanecerá para siempre en mi psiquismo.

María José